Sus ojos estaban llenos de lágrimas que se deslizaban
por sus mejillas como en un dia de lluvia lo hacen
las gotas en un triste cristal.
Esas lágrimas finalizaban su recorrido
en sus labios rojizos, estropeados por una herida sagnante,
como lo hace un pájaro en su nido poco después de ser herido.
Contó que su marido la habia agredido y que
por desgracia sus hijos también habian recibido.
Podía soportar que su marido le pegara
pero no que sus hijos hubieran de pagar
las consecuencias de su mala elección.
Esa fue la última vez que la vi llorar de verdad.
Días mas tarde recibí una llamada.
En la cama posaba un cuerpo semidesnudo y
violado por su maltratador. Era ella.
¿Inconsciente? No. Muerta.
En otra habitación, sus hijos lloraban y
llamaban a su madre para que los consolara.
¿Qué persona puede hacer daño a su mismo ser?
Sangre de su sangre. Arranca vidas sin control.
Sus hijos, por siempre jamás, muertos en vida.
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